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miércoles, 21 de enero de 2015

Resumen 5


Frente a tantos y tantos libros sólo entretenidos, ingeniosos, eruditos, o muy doctos, pero de un solo encuentro, frente a tantos papeles de usar y tirar, como la prensa periódica y los folletos informativos, los textos literarios se definen por admitir más de una apasionada lectura. Y, entre otros, los clásicos son los que admiten e invitan a relecturas incontables.

Son estos textos a los que uno puede una y otra vez volver con confianza y alegría, como uno retoma la charla con viejos amigos, porque conservan siempre algo más para decirnos y algo que vale la pena rescatar en nuevas reflexiones. Tienen la virtud de suscitar en el lector íntimos ecos, es como si nos ofrecieran la posibilidad de un diálogo infinito. Por eso, pensamos, perduran en el fervor de tantos y tan distintos lectores. Son insondables, inagotables, y en eso se parecen a los mitos más fascinantes, en mostrarse abiertos a nuestras preguntas y reinterpretaciones.

Podríamos clasificar a los clásicos como “la literatura permanente”- según frase de Schopenhauer-, en contraste con las lecturas de uso cotidiano y efímero, en contraste con los best sellers y los libros de moda y de más rabiosa actualidad. Suelen llegarnos rodeados de un prestigio y de una dorada pátina añeja; pero son muchos más que libros antiguos, aureolados por siglos de polvo. Conservan su agudeza y su frescura por encima del tiempo. Son los que han pervivido en los incesantes naufragios de la cultura, imponiéndose al olvido, la censura y la desidia. Algo tienen que los hace resistentes, necesarios, insumergibles. Son los mejores libros “con clase”, como sugiere la etimología latina del adjetivo classicus.

Los autores clásicos son quienes han dejado en sus libros, en sus textos de larga tradición, los mensajes más perdurables y las palabras con mayor fuerza poética. Son los intérpretes privilegiados de la fantasía y la condición humana cuyas voces lejanas podemos escuchar gracias a sus escritos. Mediante el lenguaje el ser humano puede ejercitar la imaginación y la memoria en viajar al pasado y en la previsión del futuro. La escritura facilita enormemente esos viajes sobre el tiempo. Con la imaginación y la memoria podemos evadirnos del presente inmediato, saltar por encima de las circunstancias y situarnos junto a esos escritores antiguos. Gracias al lenguaje, gracias a la escritura y al arte de leer.

 

Carlos García Gual.