Mi lista de blogs

miércoles, 8 de febrero de 2017

La evolución tecnológica de los últimos años apunta que estamos atravesando una auténtica revolución tecnológica de los asuntos militares. Cuando antes eran necesarios decenas de aviones para destruir un objetivo, ahora se logra con muy pocos, gracias a las bombas inteligentes, o con misiles de crucero desde la distancia; el combate cuerpo a cuerpo ha sido relegado para disparar desde la impunidad; los satélites permiten conocer el movimiento y emplazamiento de las tropas, propias y enemigas, en tiempo real; los ordenadores son capaces de asimilar millones de datos de información y presentar un cuadro manejable para mandos y soldados; las comunicaciones enlazan a las tropas, volviendo casi transparente el campo de batalla. La “niebla de la guerra” de la que hablaba Clausewitz comienza a disiparse.
Esta revolución técnica aporta nuevas capacidades y formas de hacer la guerra. En gran medida se vio en Kosovo. Ahora se trataría de enfocar estas capacidades para hacer efectiva una estrategia que combine las defensas y la represalia.
El nuevo orden internacional, estratégico, es muy exigente. Tiene que dar cuenta de la herencia del pasado y cerrar las heridas que siguen abiertas, esencialmente a través de las misiones de apoyo amplio a la paz y la intervención en conflictos civiles donde no hay el más mínimo respeto por la vida. Pero no puede quedarse ahí, cómodamente repitiendo lo que ya sabemos del pasado. También tiene que prepararse para dar respuesta a los retos no ya de hoy, sino de mañana. En ese sentido, hay que ser consciente de que el sueño de un mundo en paz y tranquilidad, un nuevo orden de concordia a través de las Naciones Unidas, no es más que un bello espejismo.
Pero también debemos permanecer abiertos a lo nuevo y desconocido. Los atentados del martes 11 de septiembre fueron una gran sorpresa y no solo por su ejecución. Nada lleva a pensar que mentes tan privilegiadas, aunque para lo malo, como quienes pensaron y diseñaron los ataques no sigan pensando en otras formas tan asimétricas de enfrentarse al mundo occidental, al que quieren destruir.
                                                                                                         Rafael L Bardají