Muchas
películas se realizan hoy con un grado de penetración y de madurez que alcanza
el nivel de los textos escolares. El “Enrique V” y el “Ricardo III” de Olivier
reúnen una riqueza cultural y artística que revela a Shakespeare a un nivel muy
alto, aunque de una forma de la que pueden disfrutar fácilmente los jóvenes.
La película es
a la representación teatral lo que el libro fue al manuscrito. Pone a
disposición de muchos en muchos momentos y lugares lo que de otro modo quedaría
restringido a unos pocos y a pocos momentos y lugares. La película, igual que
el libro, es un mecanismo de duplicación. La televisión es contemplada
simultáneamente por cincuenta millones de espectadores. Algunos creen que el
valor de experimentación de un libro disminuye al extenderse a muchas mentes.
Esta noción está siempre implícita en las frases “medios de comunicación de
masas”, frases carentes de utilidad que no tienen en cuenta el hecho de que el
idioma inglés o el español constituyen igualmente un medio de comunicación de
masas.
Hoy empezamos
a darnos cuenta de que los nuevos medios no son simplemente una gimnasia
mecánica para crear mundos de ilusión, sino nuevos lenguajes con un nuevo y
único poder de expresión. Históricamente, los recursos del idioma inglés han
sido configurados y expresados en formas constantemente nuevas y cambiantes. La
imprenta cambió no sólo el volumen de la escritura sino también el carácter del
lenguaje y las relaciones entre el autor y el público. La radio, el cine y la
televisión llevaron al idioma inglés escrito hacia la espontaneidad y la
libertad del idioma hablado. Nos ayudaron a recuperar la intensa conciencia del
lenguaje social y del gesto corporal. Si estos “medios de comunicación de
masas” nos sirvieran solamente para debilitar o corromper niveles anteriormente
alcanzados de la cultura verbal y de la imagen, no sería porque haya en ellas
nada inherentemente malo. Sería porque no hemos podido dominarlas como nuevos
lenguajes para integrarlas en la herencia cultural global.
Cuando se
analizan cuidadosamente estos avances, se hace patente que determinan una
estrategia cultural básica para la enseñanza. Cuando apareció el libro impreso,
amenazó los procedimientos orales de la enseñanza y creó la escuela tal como
nosotros lo conocemos. En lugar de preparar su propio texto, su propio
diccionario, su propia gramática, el estudiante empezaba a trabajar con estos
instrumentos. Podía estudiar no sólo uno, sino varios lenguajes. Hoy estos
nuevos medios de comunicación amenazan, en vez de reforzar, los procedimientos
tradicionales de la escuela. Es habitual contestar a esta amenaza con denuncias
sobre el desgraciado carácter y efecto de las películas y de la televisión, del
mismo modo que se temió y se desdeñó el “cómic” expulsándolo de las aulas. Sus
buenas y malas características de forma y contenido, conjuntados cuidadosamente
con otros tipos de artes y de técnicas narrativas, podían haberse convertido en
un importante instrumento para el maestro.
Marshall
Mc Luhan