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lunes, 10 de diciembre de 2018

PEDRO SALINAS


Navacerrada, abril 


Los dos solos. ¡Qué bien 
aquí, en el puerto, altos! 
Vencido verde, triunfo
 
de los dos, al venir
 
queda un paisaje atrás;
 
otro enfrente, esperándonos.
 
Parar aquí un minuto.
 
Sus tres banderas blancas
 
-soledad, nieve, altura-
 
agita la mañana.
 
Se rinde, se me rinde,
 
ya su silencio es mío:
 
posesión de un minuto.
 
Y de pronto mi mano
 
que te oprime, y tú, yo,
 
-aventura de arranque
 
eléctrico-, rompemos
 
el cristal de las doce,
 
a correr por un mundo
 
de asfalto y selva virgen.
 
Alma mía en la tuya
 
mecánica; mi fuerza,
 
bien medida, la tuya,
 
justa: doce caballos.
 

  Ayer te besé en los labios 


Ayer te besé en los labios. 
Te besé en los labios. Densos, 
rojos. Fue un beso tan corto,
 
que duró más que un relámpago,
 
que un milagro, más. El tiempo
 
después de dártelo
 
no lo quise para nada ya,
 
para nada
 
lo había querido antes.
 
Se empezó, se acabó en él.
 

Hoy estoy besando un beso; 
estoy solo con mis labios. 
Los pongo 
no en tu boca, no, ya no… 
- ¿Adónde se me ha escapado? 
Los pongo
 
en el beso que te di
 
ayer, en las bocas juntas
 
del beso que se besaron.
 
Y dura este beso más
 
que el silencio, que la luz.
 
Porque ya no es una carne
 
ni una boca lo que beso,
 
que se escapa, que me huye.
 
No.
 
Te estoy besando más lejos. 

  No quiero que te vayas 


No quiero que te vayas 
dolor, última forma 
de amar. Me estoy sintiendo 
vivir cuando me dueles 
no en ti, ni aquí, más lejos: 
en la tierra, en el año 
de donde vienes tú, 
en el amor con ella 
y todo lo que fue. 
En esa realidad 
hundida que se niega 
a sí misma y se empeña 
en que nunca ha existido, 
que sólo fue un pretexto 
mío para vivir. 
Si tú no me quedaras, 
dolor, irrefutable, 
yo me lo creería; 
pero me quedas tú. 
Tu verdad me asegura 
que nada fue mentira. 
Y mientras yo te sienta, 
tú me serás, dolor, 
la prueba de otra vida 
en que no me dolías. 
La gran prueba, a lo lejos, 
de que existió, que existe, 
de que me quiso, sí, 
de que aún la estoy queriendo. 

PARA VIVIR NO QUIERO 

Para vivir no quiero  
islas, palacios, torres. 
¡Qué alegría más alta 
vivir en los pronombres! 
Quítate ya los trajes, 
Las señas, los retratos; 
Yo no te quiero así, 
Disfrazada de otra, 
Hija siempre de algo. 
Te quiero pura, libre, 
Irreductible: tú. 
Sé que cuando te llame 
Entre todas las gentes 
Del mundo, 
Solo tú serás tú. 
Y cuando me preguntes 
Quién es el que te llama, 
El que te quiere suya, 
Enterraré los nombres, 
Los rótulos, la historia. 
Iré rompiendo todo 
Lo que encima me echaron desde antes de nacer. 
Y vuelto ya al anónimo  
Eterno del desnudo, 
De la piedra, del mundo, 
Te diré: 
“Yo te quiero, soy yo.”