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miércoles, 4 de febrero de 2015

Texto "La vocación literaria" de JM de Prada

Universidad de Zaragoza                                   Junio de 2007
La vocación literaria no se produce o decanta en talo cual pasaje de nuestra biografía, sino que está inscrita en nuestros genes; es un don (o una condena) que se recibe de forma misteriosa y que tarda más o menos en manifestarse, o que incluso no llega a manifestarse nunca, si quien lo recibió hace oídos sordos al llamado. El escritor es escritor desde que nace, pero es precisa una concatenación de circunstancias catalizadoras que manifiesten esa verdad escondida.
La primera de esas circunstancias catalizadoras que esculpieron mi vocación dormida me sobrevino a una edad de la que ni siquiera tengo memoria. Mi abuelo, con quien tan ligado estuve en los años de la infancia, me enseñó a leer y escribir cuando apenas tenía tres años, antes de empezar a ir a la escuela. La lectura fue la llave que mi abuelo me entregó para descifrar el mundo. Él no era un hombre leído, pero al despertar en mí la curiosidad por la lectura actuó como un catalizador providencial de mi vocación, que luego se robustecería cuando empezó a Ilevarme consigo a la biblioteca municipal.
Mientras él hojeaba la prensa, me dejaba en la sala infantil, donde pude alimentar vorazmente una pasión que todavía era caótica, informe y sin desbastar. Como no tuve cicerone que me guiase en aquel bosque de libros, fui un lector omnívoro, de un eclecticismo que alternaba el oro y la ganga. Y juraría que esta mezcolanza de libros imprescindibles y fútiles fue a la postre beneficiosa, pues descubrí que la literatura es una casa con muchas puertas, un recinto de dichosa libertad cuyos inquilinos pueden cambiar de estancia cuanto les apetezca, hasta establecer definitivamente su morada. En aquella casa me quedé para siempre, dichoso de haber encontrado un refugio contra la intemperie, y en ella espero morir, dejando en herencia a quienes vengan detrás de mí una habitación atestada de palabras. Porque la vocación literaria es también una forma de hospitalidad.


                                                    Juan Manuel de Prada

Comentario al texto "La vocación literaria" de JM Prada

El texto de Juan Manuel de Prada tiene como finalidad comunicativa transmitir como emisor las ideas que él tiene a un público receptor (los lectores del artículo) acerca de cómo nace en un escritor su vocación. Es por ello que el enfoque del texto presenta una fuerte subjetividad marcada por el uso de la primera persona en determinantes posesivos “mi vocación”, pronombres personales “me quedé”, o verbos “espero morir”, “tengo memoria”, así como de palabras connotativas “la lectura fue la llave” y valorativas “una pasión…caótica, informe y sin desbastar”.

La función predominante en el texto, por lo tanto, es la expresiva dado ese carácter subjetivo. Pero también encontramos la función poética, dado que cuida el mensaje con recursos estilísticos como metáforas referidas a la literatura y los libros (“la literatura es una casa con muchas puertas”, “bosque de libros”…) y algunas antítesis como ”el oro y la ganga” ( y que a su vez son metáforas) o “imprescindibles y fútiles”.

La modalidad textual de este escrito no está muy clara. Diríamos que es expositivo-argumentativo, aunque echamos de menos una intención más clara de persuadir o convencer al lector de sus ideas sobre la vocación literaria. Además no encontramos las marcas lingüísticas propias de la argumentación, así como tampoco la presencia de la función apelativa del lenguaje (2ª persona, imperativos o subjuntivos…) La estructura de las ideas se acerca a la expositiva-argumentativa (propia de un artículo de opinión, de un ensayo o incluso un libro de memorias), de tipo deductivo ya que el autor presenta en el primer párrafo una tesis o idea principal y luego trata de probarla a través de un argumento de la experiencia (la narración de su propia vocación). Sin embargo se aleja del texto expositivo en cuanto aparece la presencia de la primera persona y la ausencia de objetividad. Las características lingüísticas que luego analizaremos (verbos, sustantivos, adjetivos, su sintaxis…) nos ayudan a clasificar el texto como un artículo subjetivo, en el que el autor hilvana ideas sobre si el escritor nace o se hace, lo que para él significa la literatura y cómo entiende él su legado.

Dado el carácter conceptual del texto, morfológicamente destaca el predominio de las formas nominales. Los sustantivos son principalmente abstractos y generalizadores en el primer párrafo, que es donde presenta la tesis: vocación, circunstancias… y de carácter concreto en la argumentación a través de sus experiencias biográficas: mi abuelo, la escuela, la prensa… En cualquier caso, predominan los sustantivos abstractos sobre los concretos: la hospitalidad, la lectura, la infancia… En la adjetivación, predominan los adjetivos pospuestos al sustantivo con valor especificativo:, biblioteca municipal, sala infantil, vocación literaria… En cuanto a los verbos, aparecen el presente, con valor atemporal en la tesis (el escritor es escritor desde que nace), y el pretérito perfecto simple y pretérito imperfecto en la argumentación autobiográfica, donde se narran hechos del pasado “me enseñó a leer”, “él hojeaba la prensa” o se realiza un bosquejo –una imprecisa descripción intelectual del abuelo-  con el imperfecto de indicativo  ”no era un hombre leído”. Respecto a las personas verbales, nos encontramos con la tercera persona en la tesis “es un don” y aparecen determinantes posesivos en primera persona del plural para implicar al lector: “está inscrita en nuestros genes” así como la primera y la tercera persona en los siguientes párrafos donde ejemplifica con su propia experiencia biográfica: “me dejaba en la sala infantil”. Además el uso de la pasiva refleja “la vocación literaria no se produce” es propio de los textos expositivos-argumentativos.  

Sintácticamente predominan las oraciones largas y compuestas (las analizaremos más adelante, según avance el curso)


En el plano léxico-semántico, el vocabulario pertenece al nivel culto de la lengua (decanta, concatenación, catalizador, atestada, eclecticismo…), aunque aparecen también algunas expresiones cercanas al nivel coloquial, adecuada a los textos periodísticos que intentan hacer más comprensible la lectura (“hace oídos sordos…). En el significado, predominan, como decíamos antes, las connotaciones “recinto, inquilinos, morada, casa, habitación…”, todas con el matiz positivo que conlleva los conceptos de libertad y hogar.


TEXTOS DESCRIPTIVOS

I)

            El sauce llorón es un arbolillo de ocho o doce metros, a veces algo mayor, con tronco derecho de corteza parduzco. Ramas delgadas, muy largas y flexibles, de corteza pardo-agrisadas o pardo-rojizas, incapaces de soportar su propio peso, cuelgan flácidamente hasta casi tocar el suelo. Tiene las hojas muy estrechas y alargadas, lineales o lanceolineares, con peciolo corto, alternas, estrechas en punta alargada y con el borde finamente aserrado o casi entero.



 II)
            Yo recordaba nebulosamente aquel antiguo jardín donde los mirtos seculares dibujaban los escudos del fundador, en torno de una fuente abandonada. El jardín y el palacio tenían esa vejez señorial y melancólica de los lugares por donde en otro tiempo pasó la vida amable de la galantería y del amor. Bajo la fronda de aquel laberinto, sobre las terrazas y en los salones, habían florecido las risas y los madrigales, cuando las manos blancas que en los viejos retratos sostienen apenas los pañolitos de encaje, iban deshojando las margaritas que guardan el cándido secreto de los corazones.

                                                         Ramón María del Valle-Inclán     Sonata de otoño



 III)

            Por los muelles y las calles aledañas pululaban marinos viejos de rostro curtido; solían llevar el pantalón arremangado hasta la rodilla, blusón a rayas horizontales y gorro frigio. Fumaban pipas de caña, bebían aguardiente y comían cecina y unos bizcochos que dejaban secar durante semanas; también succionaban limón con avidez; eran lacónicos con la gente, pero hablaban a solas sin parar; rehuían el contacto humano y eran pendencieros pero acostumbraban a ir acompañados de un perro, un loro, un galápago o algún otro animalito al que prodigaban mimos y atención. En realidad sufrían un trágico destino: embarcados desde niños como grumetes, no habían regresado hasta la vejez a su tierra natal, a la que ya solo les unía la memoria. El vagabundear continuo les había impedido formar una familia o anudar amistades duraderas. Ahora, de regreso, se sentían extraños.


                                                          Eduardo Mendoza         La ciudad de los prodigios