Los incendios del nordeste de España y de Portugal en el verano de 2017 no solo provocaron muertos y pérdidas ecológicas y económicas. Destruyeron también una cultura, un paisaje ancestral, una manera de ser vinculada a la tierra. Los gobiernos español y portugués deben aunar sus esfuerzos en políticas educativas y medioambientales para conservar un tesoro histórico común.
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