PROBLEMAS TEXTUALES: DE LA COMEDIA A LA TRAGICOMEDIA
La primera edición se publicó en Burgos
en 1499. Constaba de dieciséis actos, que se mantuvieron en
las ediciones de Toledo y Salamanca (1500). La obra se titulaba Comedia de Calisto y Melibea.
Al frente lleva una carta
de El auctor a un su amigo, donde
dice que, estando en Salamanca, llegó a sus manos el primer acto de la obra, escrito
por un desconocido. Y que, entusiasmado al leerlo, decidió continuar la obra,
propósito que cumplió en quince días.
En los preliminares figura también un poema en versos acrósticos (son aquellos
cuyas primeras letras leídas verticalmente, componen un nombre o una frase), en
que se lee: El bachiller Fernando de Rojas acabó la comedia de Calisto y Melibea y
fue nacido en la Puebla
de Montalbán.
Las ediciones hechas en
Sevilla, Toledo y Salamanca, de 1502, se titulan ya Tragicomedia de Calisto y Melibea; y
esta tiene cinco actos más, es decir, un total de veintiuno. La
Tragicomedia
constituye, pues, el texto definitivo.
¿ES VERDAD LO QUE DICEN LOS PRELIMINARES?
La crítica del siglo XIX
no los creyó, aduciendo que una obra tan perfecta tenía que haber salido de una
sola mano. Es más se llegó a sospechar que el nombre de Fernando de Rojas
ocultaba al autor verdadero, que no quiso dar su nombre por la crudeza del
texto.
La
crítica más reciente confirma la veracidad de la carta. El acto I está escrito
en un estilo más conciso y en párrafos más cortos. Y sus fuentes son distintas
de las que se observan en los demás actos. Pertenece, pues, a un autor
desconocido.
Los
quince actos restantes de la Comedia y los cinco añadidos de la Tragicomedia pueden atribuirse, sin vacilación, a Fernando de Rojas.
Fernando de Rojas
Desde
hace un siglo, poseemos datos seguros acerca de este escritor. Sabemos, en
efecto, que nació en Puebla de Montalbán (Toledo), hacia 1475. Que fue converso (judío convertido al
catolicismo) o de familia conversa; que estudió Leyes de Salamanca; que fue
Alcalde Mayor de Talavera de la Reina en 1538; y que poseyó una notable
biblioteca, en la cual figuraban algunos libros que Petrarca escribió en latín,
cuya huella es tan abundante en La Celestina
a partir del segundo acto. En un documento se le nombra, además, como autor de
dicha obra.
Trascendencia de La Celestina
La obra de Rojas debe su trascendencia
al vigor con que los personajes viven
pasiones incontenibles, llevadas al extremo de un desenlace trágico.
En primer lugar, la pasión del amor físico entre los jóvenes protagonistas, Calisto y Melibea, a quienes
circunstancias desconocidas no permiten una relación pública. Para entablar
conocimiento, y para satisfacer sus deseos después, se valen de los servicios
de una vieja, Celestina, que explota
su amor y su lujuria.
Este personaje, de hondas raíces
medievales (su antecedente es la Trotaconventos, del Libro de Buen Amor)
encarna la pasión de la codicia.
Rojas ha sabido crearlo con una potencia que lo convierte en uno de los grandes personajes de la
literatura mundial. A la codicia, que ejercita con cuantos la rodean, se
une su falta de sentido moral,
servida por una astucia, unas veces sutil, otras grosera, y siempre despiadada.
El ambiente burgués de Calisto y
Melibea se opone aparentemente al de los criados y la gente del prostíbulo. Y
sólo aparentemente porque únicamente se diferencian en las formas. La lujuria y la falta de conciencia moral son comunes a ambos. Fernando de Rojas por vez primera en la literatura mundial,
hace que personajes “nobles” y “plebeyos” convivan en una misma obra, dando a
ambos idéntica importancia.
El camino hacia el realismo estaba
abierto. Y, además, con suma crudeza. De La
Celestina dijo Cervantes: “Libro a mi
entender divino, si encubriera más lo humano.”
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