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miércoles, 19 de marzo de 2014

Resumen 4


El triunfar en la sociedad es un síntoma, a veces, inequívoco de una cierta clase de virtudes: al hombre que lo consigue solemos llamar eficaz, decimos que sirve, y la eficacia es un valor positivo que estoy muy lejos de negar. Pero me parece una perversión de nuestro tiempo que ese valor sea el único estimado o, cuando menos, el más estimado. Merced a ello hemos desalojado del mundo todo lo exquisito, porque todo lo exquisito- ¡qué le vamos a hacer!- es socialmente ineficaz. La virtud de emocionarse delicadamente es, por ejemplo, una de las cosas más altas que cabe imaginar; pero en la mecánica que hoy rige las sociedades humanas sólo es útil para sucumbir. Así, un amigo mío, que padece de agudo sentimentalismo, no obstante ocupar altos cargos diplomáticos, dice en ocasiones: “Gentes como yo debían haber nacido en otra época, porque para flotar en ésta que vivimos es imprescindible tener mal corazón, buen estómago y un cheque en el bolsillo.”

Yo creo que en el alma europea está germinando otra manera de sentir. Comenzamos a curarnos de esta aberración moral que consiste en hacer de la utilidad la sustancia de todo valor.

 

José Ortega y Gasset, El espectador

 

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