El texto presenta un enfoque
subjetivo porque, aunque la mayoría de las oraciones son enunciativas, más
propias de textos objetivos, se percibe la subjetividad en el uso de la 1ª
persona, “me negaba a leer”, de adjetivos y expresiones valorativos, “éramos muy
pobres” y de un léxico connotativo en algunos casos, como “santuario”. El
emisor es el elemento primordial de esta comunicación, de ahí que predomine la
función expresiva o emotiva ya que transmite la emoción ante las primeras
letras y el contacto con los libros. Lo vemos en el uso de esa 1ª persona y de
un léxico vinculado a estos sentimientos: “avergonzada torpeza”, “me
impresionó”, “abandonar el esfuerzo”, “impaciencia”… También podemos encontrar
la finalidad de informarnos sobre sus primeros pasos en la lectura, es decir,
aparece la función referencial o representativa. Por ello utiliza las oraciones
enunciativas “Una tarde dijo que me llevaría a la biblioteca pública”. Por
último se deja ver un atisbo de la función metalingüística al explicar el código
de la lengua castellana, “por eso a la ‘m’ le decía ‘mmm’, no ‘eme’”. Es un
texto narrativo, con un narrador protagonista (de ahí la subjetividad que hemos
señalado), unos personajes (niño, los padres, la maestra doña María y la
bibliotecaria) y sobre todo unos hechos expresados a través de verbos de
movimiento en Pretérito Perfecto Simple: “enseñó”, “mostré”, y en Pretérito
Imperfecto: “vivíamos”, “se ingresaba”, “mostraban”, con referencia a lugares
(con topónimos como “Córdoba” o con
nombres comunes “galería cubierta por un techo de cinc”, “ventanas
de cristal”, “pisos de mosaicos” y tiempos “entre los 6 y
los 14 años”. Encontramos también la modalidad textual descriptiva de la madre
–una breve etopeya- y de la biblioteca con predominio del SN, como “el
escritorio de la señorita Britos” y abundante adjetivación: “tapizadas”,
“enjoyadas”, “grandes” o “brillante”. Llama la atención la ausencia de la
categoría verbal en este fragmento del tercer párrafo en el que nos dibuja la
biblioteca de forma impresionista, desde “Paredes tapizadas…" hasta "Y el escritorio de la
señorita Britos”. Dentro de los rasgos lingüísticos que utiliza, destaca el uso
de un lenguaje sencillo, dentro del nivel estándar de la lengua,
fundamentalmente denotativo: "escuela", "cuaderno", "mesas", "revistas"…, aunque ya hemos señalado
alguna expresión connotativa: “devoré”, “enjoyados” o “santuario”. Este nivel
estándar está salpicado de alguna expresión de nivel culto: “vincularme con la
lectura”, ”hasta que recalé”, “cerciorarme de mis proyectos” o "doña María" y con algún
tecnicismo “mesas de dos aguas”; pero también leemos un vulgarismo, un laísmo
“no la asustaba” que podríamos entender como un rasgo dialectal del argentino
al igual que “recién” o “jardín de infantes”.
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