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miércoles, 4 de febrero de 2015

TEXTOS DESCRIPTIVOS

I)

            El sauce llorón es un arbolillo de ocho o doce metros, a veces algo mayor, con tronco derecho de corteza parduzco. Ramas delgadas, muy largas y flexibles, de corteza pardo-agrisadas o pardo-rojizas, incapaces de soportar su propio peso, cuelgan flácidamente hasta casi tocar el suelo. Tiene las hojas muy estrechas y alargadas, lineales o lanceolineares, con peciolo corto, alternas, estrechas en punta alargada y con el borde finamente aserrado o casi entero.



 II)
            Yo recordaba nebulosamente aquel antiguo jardín donde los mirtos seculares dibujaban los escudos del fundador, en torno de una fuente abandonada. El jardín y el palacio tenían esa vejez señorial y melancólica de los lugares por donde en otro tiempo pasó la vida amable de la galantería y del amor. Bajo la fronda de aquel laberinto, sobre las terrazas y en los salones, habían florecido las risas y los madrigales, cuando las manos blancas que en los viejos retratos sostienen apenas los pañolitos de encaje, iban deshojando las margaritas que guardan el cándido secreto de los corazones.

                                                         Ramón María del Valle-Inclán     Sonata de otoño



 III)

            Por los muelles y las calles aledañas pululaban marinos viejos de rostro curtido; solían llevar el pantalón arremangado hasta la rodilla, blusón a rayas horizontales y gorro frigio. Fumaban pipas de caña, bebían aguardiente y comían cecina y unos bizcochos que dejaban secar durante semanas; también succionaban limón con avidez; eran lacónicos con la gente, pero hablaban a solas sin parar; rehuían el contacto humano y eran pendencieros pero acostumbraban a ir acompañados de un perro, un loro, un galápago o algún otro animalito al que prodigaban mimos y atención. En realidad sufrían un trágico destino: embarcados desde niños como grumetes, no habían regresado hasta la vejez a su tierra natal, a la que ya solo les unía la memoria. El vagabundear continuo les había impedido formar una familia o anudar amistades duraderas. Ahora, de regreso, se sentían extraños.


                                                          Eduardo Mendoza         La ciudad de los prodigios

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