Algunas boinas
rojas salían de los riscos y bajaban corriendo hacia el puente. Se veía la
silueta negra de los soldados destacándose sobre el claro azul de las alturas,
ágiles y saltantes. Oyendo sus gritos sonoros en el silencio de las rocas,
aquella hilada de cazadores que cruzaba como un rebaño por la carretera, sintió
de pronto el aire encendido de la guerra agitar las almas, revolar en ellas,
hincharlas y darlas al viento como el paño de una bandera. Cada sargento
veterano fue un caudillo y un ejemplo en la ocasión. El veterano capitán se
apeó dando gritos heroicos: - ¡Hijos míos, vamos a cubrirnos de gloria! ¡Es
nuestro honor el honor de la patria! Tenemos dos madres: la santa que preside
el hogar y nuestra bandera. Corrió a la cabeza de la tropa con la barba trémula
y los ojos brillantes, prontos a llenarse de lágrimas, porque era siempre el
primero en sentir la emoción de sus arengas. Un zagal de doce años, hijo de un
bagajero, gritaba a par del capitán, huroneando por las filas para cobrar el
asno. El animal, libre del peso del jinete, sacudía con desperezo los lomos y
daba rebuznos tan sonoros que el eco milenario de aquellas montañas pudo
despertarse recordando el son de la bocina de Rolando. Cuando alcanzó el asno,
el muchacho cabalgó alegremente, y espoleándole con los talones corrió
confundido entre los cazadores. Cerca del puente, una bala le abrió un agujero
en la frente. Siguió sobre el asno con las manos amarillas y un ojo colgante
sobre la mejilla, sujeto de un pingajo sangriento. Fue inclinándose lentamente
hasta caer, y el asno quedó inmóvil a su lado. El padre, que le vio de lejos,
acudió corriendo, muy pálido. Los cazadores hacían fuego por descargas sobre
los carlistas que ocupaban el puente y sólo respondían con un tiroteo graneado.
Advertíase que apuntaban y disparaban despacio, como a las liebres en el acecho
y a las codornices en los trigales. El bagajero, inclinado sobre el cuerpo
yerto del hijo, movía incesantemente la cabeza al oír el silbo de las balas.
Mi lista de blogs
viernes, 21 de agosto de 2015
lunes, 25 de mayo de 2015
"DON JUAN TENORIO", de José Zorrilla
La obra leída es Don Juan Tenorio, de José Zorrilla, que pertenece al Romanticismo, movimiento literario que se desarrolla a lo largo de la primera mitad del siglo XIX y que ensalza el subjetivismo y la emotividad por encima de la razón. La obra es un drama fantástico-religioso dividida en dos partes: la primera consta de cuatro actos y la segunda de tres. Entre una y otra parte han pasado cinco años y cada una abarca una noche. No hay pues unidad de tiempo y tampoco se respeta la unidad de lugar, pues la acción transcurre en diferentes escenarios (posada, convento, casa de don Juan, cementerio...).
Es la versión más famosa y popular en España del mito de don Juan. Hay varias diferencias entre esta y la obra de Tirso de Molina (El burlador de Sevilla, siglo XVII), pero una de las más importantes tiene que ver con la finalidad que se busca. Zorrilla no pretende adoctrinar al público (como sí intenta Tirso), sino deleitarlo con la emoción de los sentimientos, conmoverlo con las grandes pasiones que torturan a los protagonistas y plantear en escena el destino trágico del hombre romántico del que parece no poder escapar.
El personaje central de la obra, don Juan, proviene de la tradición literaria universal: caballero libertino, seductor y fanfarrón, cuyas pasiones están dominadas por el destino, que le obliga a ser siempre él mismo (el conflicto de don Juan es verse predestinado a una forma de ser predeterminada por su pasado y por la fama de su leyenda que le pesa como un lastre). La aportación personal de Zorrilla al argumento es la redención (salvación) de don Juan, que acaba arrepentido de todos sus fechorías gracias al amor, del que tantas veces se ha burlado. Doña Inés, la novicia, adquiere gran importancia ya que es quien salva a don Juan confiando en él. Hay, además, toda una serie de personajes secundarios que enriquecen la obra: el antagonista, don Luis Mejía, que es similar a don Juan, el padre de doña Inés; don Gonzalo de Ulloa, que representa el código del honor clásico; Brígida, la criada de la novicia, constituye un eco de Celestina; Ciutti, sirviente de don Juan, es el gracioso de nuestro teatro del Siglo de Oro...
Los rasgos románticos más relevantes de esta obra son: los lugares tenebrosos y solitarios (el cementerio), la presencia de lo sobrenatural (fantasmas, estatuas que cobran vida...), la evasión a tiempos pasados (la obra está ambientada en el siglo XVI) y el individualismo y el afán de transgresión, de romper las normas establecidas que se plasma en la figura del protagonista.
Está escrito en versos de gran sonoridad, pero un tanto descuidados y abundan las rimas fáciles. Son versos que resultan sumamente pegadizos y a ello deben su celebridad: "No es verdad, ángel de amor..."
jueves, 16 de abril de 2015
Texto "Ahí sigue, después de tanto tiempo"
Comentario a “Ahí sigue,
después de tanto tiempo” de Carlos Boyero.
Este texto presenta una doble modalidad textual, comienza
con una exposición ya que nos facilita una información que luego utiliza para
ofrecer su opinión sobre lo que supone el cine en su vida. Estamos por tanto
ante un texto expositivo-argumentativo. Veamos sus características.
En la parte expositiva presenta el emisor un enfoque
objetivo a través de oraciones enunciativas: “Se apellidaban Lumière”, con
verbos en 3ª persona: “se sintieron”, sintagmas nominales que proporcionan
datos: “1400 películas” o adjetivos especificativos: “fábrica familiar”. Todo
ello marca distancia entre la información y el emisor por lo que el punto de
vista en el texto es objetivo. Por eso la función lingüística que predomina en el
primer párrafo es representativa o referencial: informar sobre el nacimiento del
cine.
Sin
embargo, ya en esta primera parte del texto surgen elementos lingüísticos que ofrecen
un punto de vista subjetivo. Así tenemos la 1ª persona del plural “les
recordaremos” o más adelante del singular “Yo (…) no he conocido” y un lenguaje
connotativo basado en adjetivos explicativos: “grandiosa exposición”, “hermanos
visionarios”, “creadores geniales”, “descubrimientos más gozosos” o sustantivos
con valor metafórico “llenos de luz”, con lo que la función pasa a ser
expresiva: “Qué gusto debe dar vivir bien en París”. Todas estas
características lingüísticas pertenecen a una modalidad argumentativa, como son
también el predominio de los sustantivos abstractos (propio de textos en los
que prevalecen las ideas): “plenitud”, “la poesía, la épica, la comicidad, la
imaginación, el miedo, el amor, la tragedia”…., y sustantivos patronímicos para
poder ejemplificar sus argumentos: “Méliès, Keaton, Chaplin, Lubitsch…”.
Los
verbos están utilizados en pasado en la parte expositiva para referirse a
realidades de hace 120 años: “congregaron” o “fueron”, y en la parte
argumentativa en presente y en futuro: “debe dar”, “identificamos”, “dispongo”,
“estará” u “ocurrirá”, de indicativo y con una significado léxico de estado o
proceso.
El
registro es estándar, con expresiones que, sin llegar a ser coloquiales, (alguna
como “practicar esa cosa”) son ajenas al nivel culto de la lengua “Solo lo
podría comparar al amor correspondido. Con la diferencia, de que este, antes o
después, puede acabarse y el cine siempre estará ahí.” Es un texto cuyo
contenido se entiende perfectamente, con un lenguaje conocido sin tecnicismos
ni cultismos. Otro ejemplo del nivel estándar es el uso excesivo de oraciones
coordinadas: “Y nueve meses después…”, “Y cuenta la historia…”, “Y les
homenajea…”, “Y, por supuesto,…”, “Y no sabemos…”, “Y en formatos…” o “Y debe
de ser…”. Si hubiera buscado el nivel culto, el texto estaría lleno de
subordinadas causales, consecutivas, concesivas… Encontramos alguna por
supuesto (“aunque se suponga”) o figuras literarias, como enumeraciones o una metáfora,
pero no son definitivas.
miércoles, 4 de febrero de 2015
Texto "La vocación literaria" de JM de Prada
Universidad
de Zaragoza Junio
de 2007
La vocación
literaria no se produce
o decanta en talo cual
pasaje de nuestra biografía,
sino que está inscrita en
nuestros genes;
es un don (o una condena) que se recibe
de forma
misteriosa y que tarda más
o menos en manifestarse, o que incluso no llega
a manifestarse nunca, si
quien lo
recibió hace oídos
sordos al llamado.
El escritor es escritor
desde que nace, pero es
precisa una concatenación
de circunstancias
catalizadoras que
manifiesten
esa verdad escondida.
La
primera de esas circunstancias
catalizadoras que esculpieron
mi vocación dormida me sobrevino
a una edad de la que ni siquiera tengo memoria. Mi
abuelo, con quien tan ligado
estuve en los años de la infancia, me enseñó
a leer y escribir cuando apenas tenía tres años, antes de empezar
a ir a la escuela.
La lectura fue la llave que mi abuelo me entregó
para descifrar el mundo.
Él no era un hombre leído, pero al despertar en mí la
curiosidad por la lectura actuó como
un catalizador
providencial de mi vocación,
que luego se robustecería
cuando empezó a Ilevarme consigo a la
biblioteca municipal.
Mientras él
hojeaba la prensa, me dejaba en
la sala infantil, donde pude
alimentar vorazmente una pasión
que todavía era caótica,
informe y sin desbastar.
Como no tuve cicerone que me guiase
en aquel bosque
de libros, fui un lector omnívoro,
de un eclecticismo que alternaba
el oro y la ganga.
Y juraría que esta mezcolanza de
libros imprescindibles y fútiles
fue a la postre
beneficiosa, pues descubrí que
la literatura
es una casa con muchas
puertas, un recinto
de dichosa libertad
cuyos inquilinos
pueden cambiar de estancia cuanto les apetezca,
hasta establecer definitivamente
su morada. En aquella
casa me quedé para
siempre, dichoso de haber encontrado un refugio contra
la intemperie,
y en ella espero
morir, dejando en herencia
a quienes vengan detrás de
mí una habitación
atestada de palabras.
Porque la vocación literaria
es también una forma de hospitalidad.
Juan
Manuel de Prada
Comentario al texto "La vocación literaria" de JM Prada
El texto de
Juan Manuel de Prada tiene como finalidad comunicativa transmitir como emisor
las ideas que él tiene a un público receptor (los lectores del artículo) acerca
de cómo nace en un escritor su vocación. Es por ello que el enfoque del texto
presenta una fuerte subjetividad marcada por el uso de la primera persona en
determinantes posesivos “mi vocación”, pronombres personales “me quedé”, o
verbos “espero morir”, “tengo memoria”, así como de palabras connotativas “la
lectura fue la llave” y valorativas “una pasión…caótica, informe
y sin desbastar”.
La función
predominante en el texto, por lo tanto, es la expresiva dado ese carácter
subjetivo. Pero también encontramos la función poética, dado que cuida el
mensaje con recursos estilísticos como metáforas referidas a la literatura y los libros
(“la literatura es una casa con muchas puertas”, “bosque de libros”…) y algunas
antítesis como ”el oro y la ganga” ( y que a su vez son metáforas) o
“imprescindibles y fútiles”.
La modalidad
textual de este escrito no está muy clara. Diríamos que es expositivo-argumentativo,
aunque echamos de menos una intención más clara de persuadir o convencer al lector de sus ideas sobre la vocación literaria.
Además no encontramos las marcas lingüísticas propias de la argumentación, así
como tampoco la presencia de la función apelativa del lenguaje (2ª persona,
imperativos o subjuntivos…) La estructura de las ideas se acerca a la
expositiva-argumentativa (propia de un artículo de opinión, de un ensayo o
incluso un libro de memorias), de tipo deductivo ya que el autor presenta
en el primer párrafo una tesis o idea principal y luego trata de probarla a
través de un argumento de la experiencia (la narración de su propia vocación). Sin
embargo se aleja del texto expositivo en cuanto aparece la presencia de la
primera persona y la ausencia de objetividad. Las características lingüísticas
que luego analizaremos (verbos, sustantivos, adjetivos, su sintaxis…) nos
ayudan a clasificar el texto como un artículo subjetivo, en el que
el autor hilvana ideas sobre si el escritor nace o se hace, lo que para él
significa la literatura y cómo entiende él su legado.
Dado el carácter
conceptual del texto, morfológicamente destaca el predominio de las formas
nominales. Los sustantivos son principalmente abstractos y generalizadores en
el primer párrafo, que es donde presenta la tesis: vocación, circunstancias… y de carácter concreto en la argumentación a
través de sus experiencias biográficas: mi abuelo, la escuela, la prensa… En
cualquier caso, predominan los sustantivos abstractos sobre los concretos: la
hospitalidad, la lectura, la infancia… En la adjetivación, predominan los
adjetivos pospuestos al sustantivo con valor especificativo:, biblioteca
municipal, sala infantil, vocación literaria… En cuanto a los verbos, aparecen
el presente, con valor atemporal en la tesis (el escritor es escritor desde que
nace), y el pretérito perfecto simple y pretérito imperfecto en la
argumentación autobiográfica, donde se narran hechos del pasado “me enseñó a
leer”, “él hojeaba la prensa” o se realiza un bosquejo –una imprecisa
descripción intelectual del abuelo- con
el imperfecto de indicativo ”no era un
hombre leído”. Respecto a las personas verbales, nos encontramos con la tercera
persona en la tesis “es un don” y aparecen determinantes posesivos en primera
persona del plural para implicar al lector: “está inscrita en nuestros genes”
así como la primera y la tercera persona en los siguientes párrafos donde
ejemplifica con su propia experiencia biográfica: “me dejaba en la sala
infantil”. Además el uso de la pasiva refleja “la vocación literaria no se produce”
es propio de los textos expositivos-argumentativos.
Sintácticamente
predominan las oraciones largas y compuestas (las analizaremos más adelante,
según avance el curso)
En el
plano léxico-semántico, el vocabulario pertenece al nivel culto de la lengua (decanta,
concatenación, catalizador, atestada, eclecticismo…), aunque aparecen también
algunas expresiones cercanas al nivel coloquial, adecuada a los textos
periodísticos que intentan hacer más comprensible la lectura (“hace oídos
sordos…). En el significado, predominan, como decíamos antes, las connotaciones
“recinto, inquilinos, morada, casa, habitación…”, todas con el matiz positivo
que conlleva los conceptos de libertad y hogar.
TEXTOS DESCRIPTIVOS
I)
El sauce llorón es un arbolillo de
ocho o doce metros, a veces algo mayor, con tronco derecho de corteza parduzco.
Ramas delgadas, muy largas y flexibles, de corteza pardo-agrisadas o
pardo-rojizas, incapaces de soportar su propio peso, cuelgan flácidamente hasta
casi tocar el suelo. Tiene las hojas muy estrechas y alargadas, lineales o
lanceolineares, con peciolo corto, alternas, estrechas en punta alargada y con
el borde finamente aserrado o casi entero.
II)
Yo recordaba nebulosamente aquel
antiguo jardín donde los mirtos seculares dibujaban los escudos del fundador,
en torno de una fuente abandonada. El jardín y el palacio tenían esa vejez
señorial y melancólica de los lugares por donde en otro tiempo pasó la vida
amable de la galantería y del amor. Bajo la fronda de aquel laberinto, sobre
las terrazas y en los salones, habían florecido las risas y los madrigales,
cuando las manos blancas que en los viejos retratos sostienen apenas los
pañolitos de encaje, iban deshojando las margaritas que guardan el cándido
secreto de los corazones.
Ramón
María del Valle-Inclán Sonata de otoño
III)
Por los muelles y las calles
aledañas pululaban marinos viejos de rostro curtido; solían llevar el pantalón
arremangado hasta la rodilla, blusón a rayas horizontales y gorro frigio.
Fumaban pipas de caña, bebían aguardiente y comían cecina y unos bizcochos que
dejaban secar durante semanas; también succionaban limón con avidez; eran
lacónicos con la gente, pero hablaban a solas sin parar; rehuían el contacto
humano y eran pendencieros pero acostumbraban a ir acompañados de un perro, un
loro, un galápago o algún otro animalito al que prodigaban mimos y atención. En
realidad sufrían un trágico destino: embarcados desde niños como grumetes, no
habían regresado hasta la vejez a su tierra natal, a la que ya solo les unía la
memoria. El vagabundear continuo les había impedido formar una familia o anudar
amistades duraderas. Ahora, de regreso, se sentían extraños.
Eduardo
Mendoza La ciudad de los prodigios
miércoles, 21 de enero de 2015
Resumen 5
Frente a tantos y tantos libros sólo
entretenidos, ingeniosos, eruditos, o muy doctos, pero de un solo encuentro,
frente a tantos papeles de usar y tirar, como la prensa periódica y los
folletos informativos, los textos literarios se definen por admitir más de una
apasionada lectura. Y, entre otros, los clásicos son los que admiten e invitan
a relecturas incontables.
Son
estos textos a los que uno puede una y otra vez volver con confianza y alegría,
como uno retoma la charla con viejos amigos, porque conservan siempre algo más
para decirnos y algo que vale la pena rescatar en nuevas reflexiones. Tienen la
virtud de suscitar en el lector íntimos ecos, es como si nos ofrecieran la
posibilidad de un diálogo infinito. Por eso, pensamos, perduran en el fervor de
tantos y tan distintos lectores. Son insondables, inagotables, y en eso se
parecen a los mitos más fascinantes, en mostrarse abiertos a nuestras preguntas
y reinterpretaciones.
Podríamos
clasificar a los clásicos como “la literatura permanente”- según frase de
Schopenhauer-, en contraste con las lecturas de uso cotidiano y efímero, en
contraste con los best sellers y los
libros de moda y de más rabiosa actualidad. Suelen llegarnos rodeados de un
prestigio y de una dorada pátina añeja; pero son muchos más que libros
antiguos, aureolados por siglos de polvo. Conservan su agudeza y su frescura
por encima del tiempo. Son los que han pervivido en los incesantes naufragios
de la cultura, imponiéndose al olvido, la censura y la desidia. Algo tienen que
los hace resistentes, necesarios, insumergibles. Son los mejores libros “con
clase”, como sugiere la etimología latina del adjetivo classicus.
Los
autores clásicos son quienes han dejado en sus libros, en sus textos de larga
tradición, los mensajes más perdurables y las palabras con mayor fuerza
poética. Son los intérpretes privilegiados de la fantasía y la condición humana
cuyas voces lejanas podemos escuchar gracias a sus escritos. Mediante el
lenguaje el ser humano puede ejercitar la imaginación y la memoria en viajar al
pasado y en la previsión del futuro. La escritura facilita enormemente esos
viajes sobre el tiempo. Con la imaginación y la memoria podemos evadirnos del
presente inmediato, saltar por encima de las circunstancias y situarnos junto a
esos escritores antiguos. Gracias al lenguaje, gracias a la escritura y al arte
de leer.
Carlos García Gual.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)